Desde el origen del ser humano pasando por el desarrollo de la civilización hasta las culturas actuales hemos acumulado un conocimiento milenario muy importante. Este conocimiento se ha adquirido y refinado durante miles de años y una parte del mismo se ha transferido oralmente de generación en generación, hasta el desarrollo de métodos que dejan plasmado ese conocimiento, como la invención de la escritura, hace apenas 5 o 6 mil años.
Por ejemplo, en México, hay una enorme diversidad de plantas que se utilizan como remedios medicinales, como el estafiate, el epazote, el copal o los cuachalalates, lo cual se ha sabido por chamanes y curanderos desde la época de los mexicas y anteriormente.
Actualmente, las investigaciones científicas de estas plantas han encontrado que contienen sustancias químicas responsables de que los remedios funcionen como medicina, conocidas como “principios activos”.
Otro ejemplo interesante es el uso de cal (óxido de calcio) para hacer la masa de las tortillas. Este proceso se conoce con el nombre de nixtamalización, del náhuatl nixtli, cenizas y tamalli, masa. ¿Por qué se remoja el maíz en agua con cal o cenizas antes de cocerlo?
Una posible explicación sería que se utiliza para ablandar la cáscara de la semilla de maíz y removerla. Sin embargo, este procedimiento milenario enriquece la masa con calcio y otros minerales y aumenta la disponibilidad de los aminoácidos esenciales, aumentando sustancialmente su valor nutritivo. Actualmente la nixtamalización es un proceso rutinario en las tortillerías. ¿Coincidencia o conocimiento?
Desafortunadamente, el conocimiento tradicional se ha ido perdiendo y son pocas las personas en las comunidades rurales o indígenas que conocen los secretos de la naturaleza. Entre ellos están los curanderos y curanderas que conocen sobre plantas medicinales, las parteras que ayudan a los nacimientos de los niños y los cazadores, que conocen los hábitos de los animales.
Muchos de estos conocimientos se han adquirido a través del aprendizaje por prueba y error, y son muy valiosos, sin embargo, hay que saber distinguir entre el conocimiento tradicional y las creencias religiosas, leyendas, moralidad e ideología, no solo en las culturas ancestrales sino también las actuales, en donde se mezclan creencias políticas, religiosas y de otros tipos.
Por ejemplo, en muchas culturas de Latino América se identifica a las lechuzas y búhos como aves de mala suerte, o se mantiene la creencia de que ciertas lagartijas, conocidas como alicantes, son venenosas cuando no lo son. Estas falsas creencias o prejuicios, desafortunadamente resultan en el maltrato o muerte de estos animales.
Es importante tener una mente abierta para analizar todas las explicaciones posibles, ponerlas en una balanza, decidir cuál tiene más evidencias y seguir cuestionando.
El conocimiento tradicional de la navegación sin instrumentos de los pueblos polinesios, a punto de perderse fue recuperado en 1976 y dio origen a un renacimiento de este tipo de navegación y a una renovación cultural en Hawaii y en otras islas del Pacífico. Actualmente, la navegación utilizando las estrellas, viento, olas y aves, ha vuelto a alcanzar niveles inimaginables.
De igual manera, hay mucho que aprender del conocimiento tradicional sobre el aprendizaje de culturas sin escritura, mantenido por los aborígenes australianos.
México es uno de los países en el mundo con mayor patrimonio biocultural. En cuanto a su naturaleza, se encuentra entre los cinco primeros lugares de 17 países conocidos como "megadiversos" en el gran número de especies de vertebrados (mamíferos, aves, reptiles, anfibios y peces) y de plantas vasculares y particularmente en el número de especies endémicas, es decir, que solo se encuentran en nuestro país.
En cuanto a su cultura, Mesoamérica (la mitad tropical de México), junto con Mesopotamia, Egipto, China, Valle del Indo y el área andina, es una de las regiones en donde se han desarrollado las civilizaciones orginarias. Estas son civilizaciones con vida urbana y organización compleja: social, económica, política y religiosa, especialización en el trabajo, computo del tiempo, escritura, educación especializada y arte.
A pesar de la gran pérdida ocasionada por las enfermedades contagiosas traídas por los europeos en la conquista, el 19% (23 millones) de la población actual del país se identifica como indígena. En la actualidad se hablan 68 lenguas indígenas en el territorio mexicano con 364 variantes lingüisticas.
El patrimonio biocultural incluye el conocimiento y prácticas ecológicas locales, la riqueza biológica asociada en ecosistemas, especies y su diversidad genética, la formación de rasgos de paisaje y paisajes culturales, así como la herencia, memoria y prácticas vivas de los ambientes manejados o construidos (Lindholm y Ekbiom 2019).
En México el 23% de la flora (equivalente a más de cinco mil especies) tiene algún uso tradicional, hay más de 4,000 plantas medicinales, más de 200 especies domesticadas con fines comestibles y por lo menos 700 especies de plantas nativas de importancia cultural (Casas et al. 2007).
El desarrollo de paisajes culturales en el país tiene una larga historia. Con el objeto de irrigar las zonas agrícolas en Mesoamérica se desarrollaron las presas de almacenamiento y las presas efímeras. Entre las primeras destaca la presa Purrón, en el sur de Puebla, construida en entre el siglo VIII y IV a.C., (hace más de 2700 años) por los pueblos popolocas. Esta presa de aproximadamente 400 metros de largo por 100 de ancho, se considera la estructura de mayor tamaño de retención de agua en el continente anterior al siglo XVIII. Desde 2018 el Valle de Tehuacán-Cuicatlán, San Juan Raya y Purrón, en la Reserva de la Biosfera se ha incluido como Bien Mixto en la Lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO. Las presas efímeras, reconstruidas año tras año, se conocen por gran diversidad de nombres: bordos, presas, represos, empalizadas, estacas, bocatomas y acequias de crecida. Hay una gran diversidad de ejemplos de estos proyectos que han llegado hasta nuestros días (Rabiela 2011).
Aunado a la captación de agua y uso de canales y acueductos, está la modificación del paisaje para mantener y mejorar las prácticas agrícolas. Entre estas en México se han descrito una gran variedad que continuan siendo relevantes como las chinampas de la Cuenca de México, el calal y el metepantle de Tlaxcala, el tlacolo de Guerrero, el kool o milpa de la península de Yucatán, y los huertos, solares, patios o ekuaros de los mayas, nahuas, purhépechas, chontales, entre muchos otros. Estos sistemas, probados por el tiempo, son ejemplo del conocimiento ecológico tradicional altamente sofisticado ya que benefician las necesidades locales, mantienen servicios ecosistémicos, generan heterogeneidad en el paisaje, disminuyen la pérdida de hábitats y mantienen la biodiversidad (Moreno et al. 2012). Un ejemplo sorprendente es el sistema lama-bordo de la región mixteca de Oaxaca. Este sistema agrícola de terrazas a lo largo de cauces intermitentes con una antigüedad de al menos 3400 años, sigue siendo utilizado actualmente por sus características de control de erosión, retención de sedimentos y almacenamiento de humedad (Santiago-Mejia et al. 2024).
El conocimiento detrás de la creación de paisaje culturales se ha generado a través de miles de años y en condiciones ambientales diversas y lo más sorprendente es que aun se mantiene. Por ejemplo, entre los pueblos nhanñhu-otomí del Valle del Mezquital, se ha documentado un sofisticado conocimiento del manejo agrícola, con tecnologías tradicionales, basado en una clasificación detallada de la topografía y de los suelos (Granados-Sánchez et al. 2004).
Algunos sistemas agrícolas tradicionales se han deteriorado o perdido sin evaluar su funcionamiento ecológico a nivel de paisaje y pueden ser de gran importancia en el mantenimiento del suelo, de la vegetación nativa, de la biodiversidad y por ende de la salud de las comunidades rurales. Es necesario recuperar el conocimiento sobre el patrimonio biocultural y ponerlo en acción.