A medida que la población humana ha ido creciendo y expandiéndose las áreas naturales han ido disminuyendo y con ellas, todas las especies de plantas, hongos y animales que ahí tienen su hogar. Algunas especies se han adaptado a los cambios y viven en zonas rurales o urbanas transformadas. Otras se han beneficiado de las actividades humanas y su población y distribución ha aumentado. Sin embargo, muchas más, han perdido su hábitat y sus poblaciones cada vez son más pequeñas y más restringidas.
Una de las primeras herramientas para la conservación de la naturaleza fue la protección de áreas seleccionadas principalmente por criterios espirituales, estéticos y recreativos. Varias culturas han mantenido espacios conservados debido a su cosmovisión. Montañas, bosques, manantiales y cuevas han sido parte integral de la espiritualidad de muchos grupos indígenas desde tiempos antiguos.
Otras sociedades protegieron áreas para recreación de las clases gobernantes. El bosque de Chapultepec en la Ciudad de México es un ejemplo que ha persistido desde tiempos tempranos. En Europa muchos gobernantes establecieron extensos “cotos de caza” en donde practicar actividades cinegéticas. Los más cercanos a las ciudades se convirtieron con el tiempo en parques urbanos. Por ejemplo, el actual Parque St. James en el corazón de Londres, fue convertido en coto de caza por El Rey Enrique VIII en 1532.
La formalización de las áreas protegidas como instrumento de conservación se inicia en Estados Unidos con la creación del Parque Nacional Yellowstone en las montañas rocosas de Wyoming, Idaho y Montana en 1872. Cuatro años más tarde (1876), México crea el Parque Nacional Desierto de los Leones al occidente de la ciudad. Australia establece el Parque Nacional Real en los bosques de la costa al sur de Sydney en 1879. Canadá crea el Parque Nacional Banff en 1885, Y en la frontera entre República del Congo, Uganda y Ruanda, en África, se crea en 1925 el Parque Nacional Rey Alberto, hoy conocido como Parque Nacional Virunga. Un año más tarde (1926) las reservas de fauna silvestre de Sabie (1898) y Shingwedzi (1903) se transformaron en el ahora célebre Parque Nacional Kruger en la República de Sudáfrica.
Desde entonces en cada país se han desarrollado Sistemas de Áreas Protegidas con distintas categorías dependiendo del grado de actividades que se permiten. En México tenemos seis categorías de manejo en nuestro Sistema Nacional administrado por la Comisión Nacional de Áreas Naturales Protegidas (CONANP) que están reguladas por la Ley General del Equilibrio Ecológico y la Protección al Ambiente (LGEEPA). A pesar que el sistema es administrado desde el gobierno federal, algunas áreas incluyen dentro de sus límites a ejidos, comunidades y propiedades privadas. Recientemente, se ha impulsado la creación de una categoría para individuos o comunidades que tienen áreas protegidas, llamada Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación (ADVCs). Conoce los pasos para crear tu propia ADVC.
Las categorías principales (79% en número y 87% en superficie) son los Parques Nacionales, creados a partir de 1872 y las Reservas de la Biosfera creadas a partir de 1976 bajo el programa "El Hombre y la Biosfera" de las Naciones Unidas. Los primeros son relativamente pequeños mientras que las Reservas de la Biosfera son de mucho mayor tamaño.
Área Protegida es “un espacio geográfico claramente definido, reconocido, dedicado y gestionado, mediante medios legales u otros medios eficaces, para lograr la conservación a largo plazo de la naturaleza con los servicios ecosistémicos y los valores culturales asociados” (Dudley 2008).
Las áreas protegidas cumplen diversas funciones vitales para la conservación de la naturaleza y del bienestar humano:
Conservación de la naturaleza: Aunque en un principio el principal objetivo de las áreas fue la recreación, actualmente están dedicadas a la conservación de la naturaleza. Estas áreas mantienen la integridad de procesos ecológicos y evolutivos para especies y ecosistemas que han vivido millones de años en el planeta. Algunas áreas se han creado para proteger alguna especie en riesgo de extinción. Sin embargo, las especies estamos conectadas y requerimos de todo el ecosistema.
Mantenimiento de procesos ecológicos. Como parte del ecosistema, los seres humanos recibimos una serie de beneficios de las áreas protegidas por muy pequeñas que sean. Los ecosistemas saludables purifican el agua, producen oxígeno, fijan bióxido de carbono, regulan el clima, mantienen comunidades de polinizadores que ayudan a nuestros cultivos, y previenen desastres naturales.
Recreación y turismo. También nos benefician proporcionando oportunidades de recreación y turismo que cada día se vuelven más importantes. En estas áreas podemos hacer senderismo, observación de aves, campismo y fotografía de la naturaleza. Los visitantes a las áreas protegidas también contribuyen en la generación de ingresos económicos para las comunidades locales, muchas de las cuales son propietarias de las áreas.
Conocimiento y educación. Las áreas protegidas son laboratorios naturales que nos permiten conocer (investigación científica) y educarnos. En un planeta substancialmente transformado, las áreas protegidas son “testigos” o “controles” de los cambios en la naturaleza. Al entender los procesos naturales podemos mejorar las posibilidades de conservación d estas áreas. Muchas de ellas ya tienen inventarios de plantas, hongos y animales realizados a través de la ciencia ciudadana.
Espiritualidad y cultura. Muchas áreas y elementos naturales como montañas, cuevas, manantiales, árboles, tienen un valor espiritual y cultural para diferentes culturas y personas y beneficios en nuestra salud. Son importantes para nuestro conjunto de creencias y sentimientos profundos, nos producen sensaciones de paz, de armonía y de comunión con la vida. En ellas también puede haber elementos bioculturales como sitios sagrados, artefactos arqueológicos y paisajes culturales, importantes para la identidad y las tradiciones de las comunidades. Las áreas protegidas preservan el patrimonio natural y cultural del planeta.
Fuente: Mapa CONANP 2024).
Categorías | Número | Superficie (km2) |
Promedio (km2) |
Ejemplo |
---|---|---|---|---|
Reservas de la Biosfera | 48 | 640,337 | 13,340 | RB Mariposa Monarca |
Parques Nacionales | 79 | 216,795 | 2,744 | PN Desierto de los Leones |
Áreas de Protección de Flora y Fauna | 57 | 75,305 | 1,321 | APFF Corredor Biológico Chichinautzin |
Áreas de Protección de Recursos Naturales | 15 | 45,852 | 3,056 | APRN Lago de Texcoco |
Monumentos Naturales | 5 | 162 | 32 | Bonampak |
Santuarios | 28 | 1,554 | 55 | Islas y Playas |
Total | 232 | 980,007 | 4,224 | |
Áreas Destinadas Voluntariamente a la Conservación (ADVCs) | 602 | 12,414 | 21 | Paco´s Reserva de Flora y Fauna |
Total | 834 | 992,321 | 1,189 |
Algunos estados y municipios han creado su propio sistema a nivel subnacional. Por ejemplo en el Sistema de la Ciudad de México, las categorías son: Zona Sujeta a Conservación Ecológica (ZSCE), Zona Protectora Forestal (ZPF), Parque Nacional (PN) y Parque Urbano (PU). La administración de los Parques Nacionales se comparte con la autoridad nacional (CONANP). Puedes conocer algunos de los sistemas y sus inventarios biológicas en iNaturalistMX: Guanajuato, Michoacán, Veracruz, Puebla, Estado de México, Ciudad de México. Proyecto contenedor de áreas protegidas federales, estatales, municipales y ADVCs.
El principal instrumento para el manejo de áreas protegidas es el Plan de Manejo, un documento fundamental que establece las directrices y acciones necesarias para la conservación y el uso sostenible de la riqueza natural en esa área. Su propósito es garantizar que los procesos ecológicos y evolutivos se mantengan saludables a lo largo del tiempo, mientras se permite el acceso controlado y responsable a actividades humanas que puedan realizarse en ese lugar.
Los objetivos centrales de un plan de manejo son:
En resumen, el plan de manejo es una herramienta clave para asegurar que el área protegida cumpla con sus objetivos de conservación a largo plazo y que se lleve a cabo de manera ordenada y efectiva.
Uno de los grandes problemas es que la mayoría de las áreas protegidas ha sido creadas en base a oportunidades. Muchas de las primeras fueron creadas como sitios de recreación sin tomar en cuenta aspectos de diseño de paisajes que afectan su viabilidad como tamaño, forma, fronteras, perturbaciones naturales o aún la propia ubicación. Cuando se inició la creación de áreas protegidas se desconocía muchísimo la dinámica de los ecosistemas, de los tamaños mínimos para poblaciones viables y de los requerimientos espaciales de las especies. Estos son temas que la ciencia de la ecología ha abordado en los pasados 30 o 40 años. Y la respuesta general es que a menudo subestimamos la escala espacial de estos procesos.
Otro problema es que generalmente se evalúa la efectividad del manejo y no de la salud de los ecosistemas, especies o procesos.
Desde el punto de vista biológico hemos aprendido que el tamaño y la conectividad son los criterios más importantes. Desde el punto de vista de manejo, las características importantes son diseño, sistemas y procesos de manejo, alcance de objetivos.
¿Cuántos jaguares caben en un área protegida?
El jaguar junto con el puma, son los felinos más grandes de América y están en la cima de la red alimenticia. Pero, ¿cuántos jaguares se necesitan para que sus poblaciones se mantengan sanas a largo plazo? ¿Y qué tan grande debe ser el área para que sus poblaciones sobrevivan sin problemas?
El espacio que ocupa un animal depende en gran medida de la cantidad de alimento disponible. Durante la temporada seca, suelen ocupar áreas mayores. En las selvas de México, Guatemala y Belice, el área que ocupa un jaguar se calcula entre 25 y 60 km² (algo más grande que la alcaldía Benito Juárez, en la Ciudad de México), aunque hay estimaciones de áreas mucho mayores, incluso hasta 1,268 km², casi del tamaño de la Ciudad de México.
Las densidades de poblaciones de jaguares varían entre menos de uno y 18 por cada 100 km², con un promedio de entre 1 y 5 jaguares por kilómetro cuadrado. Así que para mantener una población de entre 200 y 650 jaguares y evitar la pérdida de su diversidad genética, se necesitan áreas de selva bien conservadas que cubran decenas de miles de kilómetros cuadrados y buena disponibilidad de sus presas.
Aunque las áreas protegidas son esenciales para la conservación de estos depredadores, no son suficientes por sí solas. También se deben implementar estrategias que conecten estos espacios para facilitar el movimiento de los jaguares y preservar su diversidad genética.